El poder de la lluvia


La lluvia tiene el poder de relajarme cuando estoy nerviosa pero también puede provocar el efecto contrario y ponerme de los nervios cuando estoy tranquila. Exactamente lo mismo que los taxistas.

Uno de esos días de lluvia de la semana pasada tuve una reunión en el centro de Madrid; lo último que me apetecía en un día como ese era llevar el coche al centro así que cogí un taxi que estaba dejando a alguien en la puerta de la oficina y le di la dirección. Me puse el cinturón e intercambié algunas palabras con el taxista. No tenía el día para muchas charlas así que traté de relajarme.

En vano.

El hombre conducía casi encima del coche que llevábamos delante, maldiciendo cuando alguien se paraba en un semáforo que él se habría saltado y acelerando y frenando como si le fuera la vida en ello. En más de una ocasión le dije: "No hay prisa" pero parecía que no pensaba lo mismo que yo. Todo esto sumado a que estaba chispeando me provocó un estado de nervios que lo único que quería hacer era pagar y bajar del coche.

Durante la reunión, en un edificio en la Gran Vía, yo estaba de espaldas a la ventana y no veía lo que ocurría fuera pero, después de una media hora en la que no paré de hablar, lo escuché. Estaba lloviendo. Paré la reunión para preguntar lo evidente: "Ya está lloviendo, ¿no?" Me di la vuelta y pude ver la cortina de agua al otro lado del cristal. Una lluvia vertical, que no llegó a mojar las ventanas, pero que se hacía oír.

Cuando salí a la calle (sin paraguas) corrí para montar en un taxi que pasaba por allí. El taxista me preguntó a dónde iba. Le di la dirección de la oficina y, como había hecho con el otro taxista, intercambié algunas palabras con él. Llevaba una emisora de radio con música soul y se tomó la conducción con calma. Llovía muy fuerte, dejando en el limpiaparabrisas ese sonido con el que podríamos dormirnos. Cogí postura y por fin me relajé. Cuando estábamos llegando recuperamos una conversación banal. Le pregunté por una chapa que tenía pinchada en el techo y sobre la música que habíamos ido oyendo, aunque lo que en realidad me habría gustado decirle era lo mismo que al otro taxista:

 "No corras que no hay prisa"

Comentarios

Margari ha dicho que…
A mí la lluvia me relaja. Lo que me enerva es el viento. Me pone de los nervios. Y qué dos taxistas mas diferentes. Yo también me apunto a un viaje más largo con el segundo.
Besotes!!!
Narayani ha dicho que…
Coincido contigo en lo del viento. Tampoco me gusta y me pone más nerviosa que la lluvia. Por lo general me relaja oír y ver llover pero hay días en los que todo se pone en mi contra para no disfrutar del momento.

Besos!
Meg Raven ha dicho que…
A mi también me gusta la lluvia, pero cuando no tengo que salir a ninguna parte jajajaja. Pero sí, me relaja y viene muy bien cuando tienes una tarde en casa de esas de libro, café y manta.
¡Bonito texto!

Aquí tienes una nueva seguidora, espero que te pases por mi blog y así podamos leernos a partir de ahora :)
Un saludo!